Las melodías provenientes de la marimba, el clima cálido, un tanto sofocante a veces, la brisa y la extraordinaria cocina jarocha son inherentes a mí, a mi memoria y a mi familia materna.No importa cuántas veces he estado en este hermoso puerto siempre me emociona ir para descubrir más lugares, más sabores y más rincones encontrando invariablemente la alegría de su gente y sus valiosas costumbres.
El mar de Veracruz es turquesa, pero sólo a veces y con toda certeza en los meses de verano, siempre y cuando se esté lejos del puerto y de los llamados nortes. Nos levantamos temprano para pasear en una de sus playas, ya sea que rentemos una palapa o simplemente sentarnos en la arena, es ideal para deleitarse con la pasarela gastronómica que ofrecen los vendedores: el coco preparado, los frescos camarones para pelar, los ostiones en su concha, las cervezas en su versión michelada, las empanadas, etc. Cuando la belleza del paisaje se vuelve asunto comestible, no hay nada más cierto que en el mar la vida es más sabrosa.
Para desayunar no hay mejor opción que ir a uno de los mercados de la ciudad para encontrar un local de picadas y gorditas. Mientras comes una picada de salsa verde o de salsa ranchera se puede tener la fortuna de escuchar la música de los jarochos entre las mesas. Dando vueltas en el mercado vale la pena comprar el chile comapeño originario de Comapa, ciudad localizada en el centro del estado, un ingrediente indispensable en las ollas veracruzanas.
La visita a las tías Lucha y Clara es imperdonable, y cuando llegamos a su casa en el patio nos sirven buñuelos y hojuelas que degustamos lentamente mientras se nos escurre un poco la miel de piloncillo con la que se acompañan. Sentadas alrededor de la mesa solemos escuchar las anécdotas de los grandes que maridan bien con nuestro postre.
La historia de esta ciudad se va revelando mientras se camina por sus calles, a través de la vista que brinda el malecón donde se observa que aún sigue siendo el puerto más importante del país. Cuando llegamos a la Plaza de Armas, la cual alberga la Catedral de Veracruz así como el Ayuntamiento y la pista de baile del tradicional danzón, se respira un ambiente colonial. Ahí en los portales disfrutamos escuchar sones jarochos, marimbas y danzones acompañados de una cerveza y un queso oaxaca, o de hebra como es conocido por allá, preparado.
En la casa de mi abuela, el pescado a la veracruzana se cocina cada vez que estamos de visita, indudablemente es el plato favorito, lo prepara como lo dicta la receta original, el huachinango en una salsa roja concentrada e intensa con un toque justo de dulzor y acidez con los ingredientes imprescindibles: cebolla, ajo, alcaparras, aceitunas y chiles güeros en escabeche. Un guiso simple, colorido y elegante que nos incita a convivir quedándonos horas en la sobremesa.
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